martes, 27 de mayo de 2008

Guía para la publicación de Libros - Datus C. Smith, Jr.

Primer parte.

Publicación de libros y desarrollo nacional


Capítulo 1. Estrategia y objetivos generales

La industria editorial maneja una premisa fundamental para el desarrollo cultural de la nación: “los libros son las mejores herramientas de la educación”. La educación es el motor de toda economía, por tanto, la industria editorial es una posición estratégica. ¿Entonces, por qué hay tan poco interés de los empresarios mexicanos por los libros? Ni que decir de la postura gubernamental. Quién sabe, igual y construimos un silogismo tramposo.

Capítulo 2. Socios en el mundo de los libros

Los cuatro fantásticos de la industria editorial son: autor (artífice de la debacle), impresor (reproductor del mal), vendedor (agente patógeno muy agresivo) y editor (el cabecilla de la organización). A todos ellos les debemos -así es querido hermano- toda clase de inmundos errores, Cañitas de Carlos Trejo por ejemplo (me arriesgo a una demanda del ilustre personaje, pero ni modo, así es esto), y estupendos regalos fraternos (enmudezco, si nombrara alguno traicionaría a otros).

Autor. Culpable primigenio. Datus explica: “en un sentido legal y contractual puede ser (además de una persona) un grupo, una institución o incluso un gobierno”. Como dueño legítimo de un legado cultural novo tiene derecho a hacer con él lo que le plazca. Por humildad (o supervivencia) se busca publicarlo, compartirlo.

Recordemos palabras de Rubén Darío a propósito del oficio:


Puso el poeta en sus versos…


Puso el poeta en sus versos

todas las perlas del mar,

todo el oro de las minas,

todo el marfil oriental;

los diamantes de Golconda,

los tesoros de Bagdad,

los joyeles y preseas

de los cofres de un Nabab.

Pero como no tenía

por hacer versos ni un pan,

al acabar de escribirlos

murió de necesidad.


Impresor. Propagandista incidental. Se trata de un empleado técnico no propositivo. Su figura ancestral ha venido desapareciendo consecuencia de los avances tecnológicos (digitalización de procesos), al igual que los antiguos escribas descontinuaron su labor despojo de los tipos metálicos.

La figura romántica del vetusto impresor, sabio y eficaz, se substituye con rapidez por los insípidos técnicos superespecializados.

Sus tareas son: garantizar “la calidad e la impresión, el suministro del papel apropiado, un riguroso seguimiento del proceso, el cuidado en la revisión de pruebas y la calendarización de operaciones” [Datus, 1991, p.24] además de asegurar la entrega del producto en tiempo y forma.

Vendedor de Libros o “librero”. Comerciante. Último eslabón en la cadena productiva, se encarga de la disponibilidad del material para su consumo. Es también el cliente principal (por tanto privilegiado) de las editoriales.

El editor. El ludópata metiche del asunto. Intermediario constante entre el autor y su público. “Coordinador general de la empresa editorial (…) pone en marcha toda la maquinaria de la edición”

Vigila el proceso en tres frentes: 1) edición, 2) producción, 3) ventas y mercadeo.


Fuentes de Consulta:

Smith, Datus C. Guía para la publicación de libros. México, Universidad de Guadalajara, 1991.

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