lunes, 10 de marzo de 2008

Sobre el Elogio (innecesario) de los libros.


Parte I.

Por Ismael Martínez.

Hey libro, artículo seductor de las mentes, ¿qué podrías hacer para acercarte a las masas? Más aún, ¿qué te aleja de ellas? Carlos Monsiváis, agorero tuyo, tu raptor enloquecido. Es él uno de tus protegidos, veamos que opina sobre tu histórico destierro.

Se puede decir que Monsiváis divide su análisis en cinco grandes bloques: 1) Impacto globalizador en la esfera lectora, 2) Sobre el hábito de la lectura, 3) Educación y lectura, 4) El mercado del libro, y 5) Los “derechos” de los lectores.

Sobre la globalización, el autor apresura, un prisma de debilidades en la industria y sus dependientes (la “totalidad” de lectores):

  • Las industrias culturales estadounidenses han impuesto un nuevo modelo de rentabilidad librera expresada en el binomio bestsellers-autoayuda/superación personal, de tal forma que se privilegian a las “vacas sagradas” y la literatura mediocre.
  • Las nuevas herramientas cibernéticas (Internet) son una arma de doble filo, por una parte “obliga a leer” en su sentido más práctico puesto que todo es mayoritariamente texto (de alguna u otra forma) y del otro lado de la moneda, se ofrece una selección poco ordenada y muy limitada selección de textos de origen, muchas veces, apócrifo.
  • El lector (particular) esgrime generalidades de grupo.
  • El mundo editorial está organizado en grandes Holdings empresariales que dejan poco espacio a las firmas independientes y a las alternativas institucionales.
  • El universo de la imagen, “inconosfera”, domina nuestro impulso visual cromático y cinético, ignorando las alternativas onerosas y poco llamativas, como se supone a la lectura.

Sobre el hábito de la lectura, Monsiváis habla de experiencias y las focaliza, “la lectura es el ingreso a la racionalidad, la fantasía…”

Encarrerado discípulo contemporáneo de Borges (en leídas) subraya un pasaje hermoso del maestro:

“No vivo para leer, leo para vivir”.

No se obliga a leer, continúa, “los grandes lectores… seguirán siendo minoría”. Es aquella élite, según mi parecer, la que puede despreocuparse de los sectores económicos primario y secundario. El mismo grupo selecto que se apoyó en la esclavitud hacia los albores de la humanidad, y que pudo regalarnos los primeros tratados humanísticos, de la clase que fueren.

El problema de la no lectura está en el desinterés, sin duda es apoyado por la prominencia del entretenimiento barato y sencillo (TV, “lo visual”), pero también encuentra un muro enorme en la desigualdad y en la miseria. En ésa misma línea, no existe mejor campaña promocional que la de baja escala, aquella vecinal en la que el lector recomienda (y encomienda) por experiencia propia, una obra literaria de tal o cual variante. La tarea es entonces que no sólo la autoayuda y los bestsellers (en su mayoría churros) comanden el incipiente espectro de los nuevos lectores.


Fuentes de consulta.

Elogio (innecesario) de los libros, por Carlos Monsiváis.

Extraído de: http://www.sergioramirez.org.ni/index2.html

1 comentario:

FCPyS dijo...

Así es, Ismael. La promoción de literatura barata o de dudosa calidad, campea entre ciertos sectores de la clase media y acomodada, esa es su audiencia. La verdadera literatura encuentra un espacio de creación y disfrute en las universidades y en los grupos de jóvenes creadores. No podría ser de otra manera. Por una parte, en la universidad se conserva la tradición literaria, y por otra, son los nuevos lectores, los lectores y creadores jóvenes, quienes nos sólo están haciendo su propia lectura y su propia interpretaciòn de las obras literarias de todos los tiempos, sino que están creando la nueva literatura de este siglo.
Bien por tu trabajo.